El Imperialismo es la tendencia de un estado a expandirse territorial, cultural o económicamente a costa de otros estados o pueblos generalmente menos desarrollados tecnológicamente. En concreto, suele referirse a la actitud de algunas potencias, principalmente europeas, desde la Edad Moderna hasta el proceso de descolonización tras la Segunda Guerra Mundial; y más específicamente, incluso con el nombre Era del Imperialismo, utilizado por la historiografía, al periodo que va de 1871 a 1914 (de la guerra franco-prusiana a la Primera Guerra Mundial), en que se produjo una verdadera carrera para construir imperios como método de dominación de los recursos para satisfacer las necesidades de un capitalismo en progresiva expansión, originado por sucesivas oleadas de la Revolución Industrial; siendo claro ejemplo el llamado reparto de África. A ese periodo se refieren dos de los textos más importantes que fijaron el concepto: Imperialism, a study, de Hobson, y El imperialismo, fase superior del capitalismo, de Lenin. No obstante, el concepto también suele aplicarse a otros períodos históricos.
Causas
Económicas: la crisis de 1873 provocó el descenso de los precios, y con ello el proteccionismo, es decir, la protección de los productos propios de cada país prohibiendo la entrada de artículos extranjeros o gravándolos con impuestos. Esto dio lugar a la necesidad de encontrar nuevos mercados que no estuvieran controlados por dicho sistema. Por otra parte potencias capitalistas europeas como Inglaterra, Países Bajos y Bélgica necesitan dar salida a su excedente de capital y lo hacen invirtiéndolo en países de otros continentes estableciendo préstamos, implantando ferrocarriles, instalando puertos, etc. Además estos países necesitan buscar materias primas para sus industrias ya que ya empiezan a agotarse o a escasear en Europa.
Demográficas: en Europa, entre 1850 y 1914, se produjo un espectacular aumento demográfico, llegando incluso a duplicarse su población, por lo que en algunos países empezaban a escasear los recursos. Gran parte de la población, unos 40 millones de europeos, no tenía otra salida que marcharse a las colonias de su respectivo país ya que no contaban con trabajo ni con alimentos suficientes para abastecerse todos y cambiaron su residencia en busca de riquezas y mejores condiciones.
Ideológicas: las potencias europeas quieren expandirse más allá del viejo continente y para ello utilizan la religión como pretexto. Por ello muchos europeos se marchan para cristianizar a los indígenas encabezados por la Iglesia , con su misión evangelizadora, ya que gran parte de la sociedad consideraba que tenían la responsabilidad de aportar sus avances a los demás pueblos, aunque esto no significase mejorar su situación.
Darwinismo social: adoptada por los imperialistas, sobre todo en Inglaterra, para excusar sus actuaciones. Tras conocer las recientes teorías de Darwin sobre la evolución de las especies por selección natural, sostenían que, al igual que las distintas especies o razas, las sociedades más avanzadas tenían derecho a imponerse y a seguir creciendo aunque fuera a costa de las más inferiores o retrasadas.
Científicas: existía un fuerte interés por descubrir y analizar nuevas especies de animales y plantas, conocer nuevos territorios y realizar investigaciones de todo tipo. Esto hace que muchos científicos deseen progresar, lanzándose a la aventura consiguiendo a cambio grandes avances en campos como la biología o la botánica.
Técnico-políticas: algunos políticos quieren hacer olvidar rápidamente sus derrotas consiguiendo nuevos territorios. La navegación también fue un factor importante ya que los barcos de vapor, ahora capaces de llegar mucho más lejos, necesitan disponer de puntos costeros por todo el mundo para poder reponer las existencias de carbón, por lo que cuando el establecimiento de estos pasó a manos del estado, en lugar de limitarse a dicho punto, éste intentó controlar cada vez más territorio. Allí donde se tenga un predominio político se tendrá el predominio de los productos, un predominio económico.[1]
Militares: como en Europa han cesado la mayoría de conflictos bélicos, los soldados de los distintos ejércitos necesitan actuar en otros territorios y por ello aprovechan la expansión colonial de las empresas para servir de nuevo a su país.
Consecuencias
Justificaciones
Justificación económica: Las naciones dominan a otras para expandir su economía, obtener materia prima, mano de obra, o para dar salida a los excedentes de capital.
Justificación política: Los estados tienden a expandirse por ambición de poder, prestigio, seguridad y ventajas diplomáticas respecto a otros estados.
Justificación ideológica: Los países se ven impulsados a expandir su influencia para a su vez expandir sus valores políticos, culturales y religiosas.
Económicas: la crisis de 1873 provocó el descenso de los precios, y con ello el proteccionismo, es decir, la protección de los productos propios de cada país prohibiendo la entrada de artículos extranjeros o gravándolos con impuestos. Esto dio lugar a la necesidad de encontrar nuevos mercados que no estuvieran controlados por dicho sistema. Por otra parte potencias capitalistas europeas como Inglaterra, Países Bajos y Bélgica necesitan dar salida a su excedente de capital y lo hacen invirtiéndolo en países de otros continentes estableciendo préstamos, implantando ferrocarriles, instalando puertos, etc. Además estos países necesitan buscar materias primas para sus industrias ya que ya empiezan a agotarse o a escasear en Europa.
Demográficas: en Europa, entre 1850 y 1914, se produjo un espectacular aumento demográfico, llegando incluso a duplicarse su población, por lo que en algunos países empezaban a escasear los recursos. Gran parte de la población, unos 40 millones de europeos, no tenía otra salida que marcharse a las colonias de su respectivo país ya que no contaban con trabajo ni con alimentos suficientes para abastecerse todos y cambiaron su residencia en busca de riquezas y mejores condiciones.
Ideológicas: las potencias europeas quieren expandirse más allá del viejo continente y para ello utilizan la religión como pretexto. Por ello muchos europeos se marchan para cristianizar a los indígenas encabezados por la Iglesia , con su misión evangelizadora, ya que gran parte de la sociedad consideraba que tenían la responsabilidad de aportar sus avances a los demás pueblos, aunque esto no significase mejorar su situación.
Darwinismo social: adoptada por los imperialistas, sobre todo en Inglaterra, para excusar sus actuaciones. Tras conocer las recientes teorías de Darwin sobre la evolución de las especies por selección natural, sostenían que, al igual que las distintas especies o razas, las sociedades más avanzadas tenían derecho a imponerse y a seguir creciendo aunque fuera a costa de las más inferiores o retrasadas.
Científicas: existía un fuerte interés por descubrir y analizar nuevas especies de animales y plantas, conocer nuevos territorios y realizar investigaciones de todo tipo. Esto hace que muchos científicos deseen progresar, lanzándose a la aventura consiguiendo a cambio grandes avances en campos como la biología o la botánica.
Técnico-políticas: algunos políticos quieren hacer olvidar rápidamente sus derrotas consiguiendo nuevos territorios. La navegación también fue un factor importante ya que los barcos de vapor, ahora capaces de llegar mucho más lejos, necesitan disponer de puntos costeros por todo el mundo para poder reponer las existencias de carbón, por lo que cuando el establecimiento de estos pasó a manos del estado, en lugar de limitarse a dicho punto, éste intentó controlar cada vez más territorio. Allí donde se tenga un predominio político se tendrá el predominio de los productos, un predominio económico.[1]
Militares: como en Europa han cesado la mayoría de conflictos bélicos, los soldados de los distintos ejércitos necesitan actuar en otros territorios y por ello aprovechan la expansión colonial de las empresas para servir de nuevo a su país.
Consecuencias
Justificaciones
Justificación económica: Las naciones dominan a otras para expandir su economía, obtener materia prima, mano de obra, o para dar salida a los excedentes de capital.
Justificación política: Los estados tienden a expandirse por ambición de poder, prestigio, seguridad y ventajas diplomáticas respecto a otros estados.
Justificación ideológica: Los países se ven impulsados a expandir su influencia para a su vez expandir sus valores políticos, culturales y religiosas.
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