Imperio Bizantino es el término historiográfico que se utiliza desde el siglo XVIII para hacer referencia al Imperio Romano de Oriente en la Edad Media. La capital de este imperio cristiano se encontraba en Constantinopla (actual Estambul), de cuyo nombre antiguo, Bizancio, tomó el término la erudición ilustrada. Aunque era denominado "Imperio de los Griegos" por sus contemporáneos de Europa occidental (debido al predominio en él de la lengua, la cultura y la población griegas), sus habitantes se consideraron a sí mismos romanos, refiriéndose a su patria como "Imperio Romano" (Βασιλεία Ρωμαίων) o "Romania "(Ρωμανία) y sus gobernantes se consideraron emperadores de los romanos, sucesores directos de Augusto y Constantino. En el mundo islámico fue conocido como روم (Rûm, "tierra de los Romanos") y sus habitantes como rumis, calificativo que por extensión acabó aplicándose a los cristianos en general, y en especial a aquellos que se mantuvieron fieles a su religión en los territorios conquistados por la espada del Islam.
En tanto que continuación de la parte oriental del Imperio Romano, su transformación en una entidad cultural diferente de Occidente puede verse como un proceso que se inició cuando el emperador Constantino trasladó la capital a la antigua Bizancio (que entonces rebautizó como Nueva Roma, y más tarde se denominaría Constantinopla); continuó con la escisión definitiva del Imperio en dos partes tras la muerte de Teodosio I, en 395, y la posterior desaparición, en 476, del Imperio Romano de Occidente; y alcanzó su culminación durante el siglo VII, bajo el emperador Heraclio, con cuyas reformas (sobre todo, la reorganización del ejército y la adopción del griego como lengua oficial), el Imperio adquirió un carácter marcadamente diferente.
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio Bizantino sufrió numerosos reveses y pérdidas de territorio, pese a lo cual continuó siendo una importante potencia militar y económica en Europa, Oriente Próximo y el Mediterráneo oriental durante la mayor parte de la Edad Media. Tras una última recuperación de su pasado poder durante la época de la dinastía Comnena, en el siglo XII, el imperio comenzó una prolongada decadencia que culminó con la toma de Constantinopla y la conquista del resto de los territorios bajo dominio bizantino por los turcos, en el siglo XV.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo, y contribuyó a defender Europa Occidental de la expansión del Islam. Fue uno de principales centros comerciales del mundo, estableciendo una moneda de oro estable que circuló por toda el área mediterránea. Influyó de modo determinante en las leyes, los sistemas políticos y los costumbres de gran parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se conservaron y transmitieron muchas de las obras literarias y científicas del mundo clásico y de otras culturas.
En tanto que continuación de la parte oriental del Imperio Romano, su transformación en una entidad cultural diferente de Occidente puede verse como un proceso que se inició cuando el emperador Constantino trasladó la capital a la antigua Bizancio (que entonces rebautizó como Nueva Roma, y más tarde se denominaría Constantinopla); continuó con la escisión definitiva del Imperio en dos partes tras la muerte de Teodosio I, en 395, y la posterior desaparición, en 476, del Imperio Romano de Occidente; y alcanzó su culminación durante el siglo VII, bajo el emperador Heraclio, con cuyas reformas (sobre todo, la reorganización del ejército y la adopción del griego como lengua oficial), el Imperio adquirió un carácter marcadamente diferente.
A lo largo de su dilatada historia, el Imperio Bizantino sufrió numerosos reveses y pérdidas de territorio, pese a lo cual continuó siendo una importante potencia militar y económica en Europa, Oriente Próximo y el Mediterráneo oriental durante la mayor parte de la Edad Media. Tras una última recuperación de su pasado poder durante la época de la dinastía Comnena, en el siglo XII, el imperio comenzó una prolongada decadencia que culminó con la toma de Constantinopla y la conquista del resto de los territorios bajo dominio bizantino por los turcos, en el siglo XV.
Durante su milenio de existencia, el Imperio fue un bastión del cristianismo, y contribuyó a defender Europa Occidental de la expansión del Islam. Fue uno de principales centros comerciales del mundo, estableciendo una moneda de oro estable que circuló por toda el área mediterránea. Influyó de modo determinante en las leyes, los sistemas políticos y los costumbres de gran parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se conservaron y transmitieron muchas de las obras literarias y científicas del mundo clásico y de otras culturas.
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